LAS ESCALERAS
A toda prisa subía las oscuras escaleras hasta que algo, ineludible, lo
hizo detenerse en seco. Se aferró al pasamano como si fuera a caer, como si
fueran a darle un empellón escaleras abajo. Dudó si se hallaba en el lugar
correcto, si aquellas escaleras lo llevarían a su habitación del hotel.
Cauteloso, avanzó un par de peldaños y un par más y más hasta sentir que desconocía
aquella oscuridad. La pared al frente y el giro obligado a la derecha se lo
corroboraron, lo que fue duda se hizo inminente y por primera vez sintió el
temor.
Roble, así se llama nuestro hombre, no estaba familiarizado con buenos
aires 1983 ni con otro, y ya comenzaba a sospechar de esa ciudad. Por un
momento, pensó, que lo mejor sería dar media vuelta y rehacer el camino. En un
par de minutos alcanzaría la calle y se echaría a caminar al aire libre, ya
encontraría el hotel de la calle Lima, ya contaría este absurdo. Volvió atrás y
las escaleras no eran la misma, Roble avanzaba peldaños arriba entre muros que lo
acechaban, agudizando el oído, percibiendo ruidos, quizá voces, que venían a su
encuentro.